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lunes, 25 de marzo de 2013

Las lecciones de Super Mario Bros.

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¿Alguna vez has pensado en la vida como una simple sucesión de hechos casuales, completamente aleatorios, y de los cuales nunca vas a tener el control? Yo sí ¿Y sabes qué? Todo es mejor así.

Ya no tienes un destino, un camino marcado, una meta a la que llegar, tienes una vida que no puedes controlar, regida por decisiones en apariencia insustanciales, que pueden tener una consecuencia enorme en un futuro no muy lejano. Son cruces de caminos, regalos, opciones que nos van apareciendo. Son como el humo que nunca podrás atrapar entre tus manos, son situaciones que escapan a tu control, no, no te sientas frustrado, siéntete humano, es lo que eres al fin y al cabo, no eres una máquina, no manejas tantos por ciento ni probabilidades, de hecho ni si quiera eres capaz de sacar la tostada en su dorado perfecto, siempre te pasarás o no llegarás. Eres humano, defectuoso, imperfecto y eso te hace único.

No almacenamos vidas como Super Mario, no nos hacemos más grandes si nos comemos una seta (a no ser que sea alucinógena), no perseguimos a nuestra princesa de castillo en castillo, o en todo caso, intentamos aprender de los errores para que no la secuestren treinta veces seguidas… y digo intentamos. Pero supongo que el perseguir sueños es lo que nos permite levantarnos de la cama cuando esta nos aprisiona con el sueño y las mullidas almohadas, quizás es eso lo que nos permite abrir los ojos y decir “Lucharé un día más”

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La última taza de té.

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Un aroma a canela mezclado con el delicado dulzor de la lavanda y el jazmín viajaba por el aire adornando el frío ambiente y despertando los sentidos de Margaritte que estaba sentada frente a la chimenea. Una taza de té descansaba encima de una sencilla mesa de cristal y caoba y era la que desprendía tan grato olor. Margaritte la cogía de vez en cuando y daba un largo sorbo, dejando que el líquido caliente descendiese por su garganta inundándola de una cálida sensación.

Era una fría tarde de invierno en Londres y la nonagenaria señora que miraba el fuego crepitar lo sentía en los huesos. De un tiempo a esta parte sus huesos se habían ido deteriorando a un ritmo vertiginoso y ahora no había un solo día que no le recordasen la edad que tenía. Pero ese parecía ser el único achaque de la vejez ya que su rostro no era el retrato más fiel de los años: varias arrugas se hundían en su piel sí, pero todo lo demás estaba terso y firme. Hasta sus labios eran voluptuosos y carnosos y no estaban rellenos de ninguna sustancia que los hiciese así. Dicen que los ojos son el espejo del alma y los de Margaritte eran del color de la miel, sinceros y entrañables, bondadosos y  cansados.
Los pechos algo caídos lógicamente, mas su cuerpo recordaba a una mujer hermosa, hablaba de un pasado sexy y de curvas, que aunque algo indefinidas ya, lo formaban y lo moldeaban.
Margaritte era una mujer coqueta, ya de pequeña –en aquellos años tan lejanos- observaba a su madre pintarse el rostro como si fuera un lienzo, cepillarse el pelo hasta dejarlo suave y sedoso y aplicarse infinidad de perfumes cuyos olores no alcanzaba a recordar. Su madre fue una gran mujer y era ella la que le había inculcado la ciega pasión por las letras y la que le había convertido en la gran escritora que era hoy. Cuando falleció, dos años después de que lo hiciera su padre, un pedazo de su corazón se rompió pero nació un sentimiento que ensalzaba a la figura materna a la categoría de santa, un sentimiento de adoración tan inmenso que solo pudo surgir tras el fallecimiento de la mujer.
De su padre, por el contrario, no había nada que recordar. Fue un hombre que nunca creyó en sus hijos y que no mostraba el mayor cariño por su esposa. Eso era lo único que  había perdurado en la memoria de Margaritte.

Su pasado había sido muy agitado, su familia era precariamente humilde y aunque ella era la pequeña de una sucesión de siete hermanos y disfrutaba de la protección de sus progenitores no había tenido una infancia fácil. Además la Segunda Guerra Mundial les había arrebatado lo poco que tenían.
Pero, como dicen, hay que enterrar el pasado para resurgir.

Margaritte volvió a asir la taza de té y bebió. Hoy no se oían las conversaciones del personal de servicio que trabajaba en la gran casa. La radio tampoco escupía sonidos como normalmente era obligada a hacer a esa hora. Incluso las aves que se refugiaban en el jardín permanecían extrañamente calladas, como si presintiesen la cercanía de un hecho insólito.
La dulce anciana no paraba de mirar el baile austero de las llamas con una expresión de calma y paz, le hacía gracia por todo lo que había tenido que pasar para lograr un momento como aquel.

Siempre había sido una mujer que regalaba amor. La primera persona receptora de ese regalo fue su marido Philippe, un apuesto hombre francés que le había dado tres hijos maravillosos que ahora se repartían por el mundo. Su marido fue la segunda persona, después de su madre, que se llevó un pedazo de su corazón al morir. La tercera y última fue August, alguien del que poco hay que decir puesto que no estaba destinado a abrir sus ojos en este mundo y nunca llegó a nacer.

Una lágrima escapó de los ojos de Margaritte, se deslizó por su mejilla surcando las arrugas de los labios provocadas por múltiples sonrisas y cayó al frío suelo de mármol donde se perdió para siempre.
Ya estaba preparada, era consciente de lo que venía a continuación como los elefantes cuando desaparecen para morir. Dejó la aromática taza de té en la mesa y revisó por enésima vez los sobres color crema que descansaban encima del cristal: las cartas de despedida habían sido escritas con pulcra caligrafía y bellas palabras. Tres sobres para tres hijos, ni uno más pues era innecesario.
No había querido hacer ningún preparativo adicional. Tenía la suerte de conocer el día exacto de su muerte, un regalo que Dios le había hecho o un onírico castigo, todo depende del punto de vista

De pronto la quietud tomó el mundo, el fuego paró de bailar, en el exterior las hojas de los árboles quedaron suspendidas en el viento, los coches se silenciaron y hasta el frío desapareció.
Una luz blanca, suave y cálida, entró por las ventanas e inundó el interior de la casa, desdibujando las formas de los muebles, haciendo desaparecer la taza de té tras su inmaculado color, incluso ocultando el suelo, con lo que parecía que la anciana flotaba en una espesura nívea.
Tres formas avanzaron entre la luz, se presentaron frente a Margaritte y extendieron la mano, simplemente eso, no hubo palabras ni gestos ni nada tan humano, solo una invitación.
Margaritte agarró la mano que le ofrecían sin dudar pues ella ya sabía que su hora había llegado.
Apaciblemente se adentró en la luz, acompañada de nuevo, como si los años nunca hubiesen pasado, por la presencia de su madre, su marido y aquél hijo que nunca llegó a conocer. Ellos le habían jurado que volverían a encontrarse y ahora cumplían su promesa.  

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miércoles, 20 de marzo de 2013

La decadencia.

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Miles de plumas blancas revoloteaban en el aire dibujando formas imposibles. Velas de todos los tamaños salpicaban el suelo encendidas, aportando a la sala un misterioso color anaranjado a pesar de que no todas lucían con llama roja. Alargadas barritas de incienso se consumían en rocambolescos quemadores de color oro y bronce.

Él estaba tumbado en medio de la estancia. Incorporado sobre su cadera observaba con miedo las figuras blancas que descendían planeando: las plumas que antes formaban sus alas. Estaba completamente desnudo, solo en un lugar que no le perdonaría jamás. Con el fornido cuerpo sin protección alguna. Con el cabello negro desordenado  y sin lustre. Con los ojos grises de titanio acuosos y temerosos.  Reconociendo con la mirada el lugar, dándose cuenta de lo aislado que lo habían dejado. En aquel sitio no existía el tiempo, la noche y el día no importaban y los relojes eran aparatos inútiles e inservibles.

¿Qué planes tenía para él el Gran Señor? ¿Qué castigo le impondría después de su arrogante rebelión? Era la primera vez que tenía miedo. Muchos dicen que los seres etéreos no pueden sentir, pero se equivocan rotundamente pues el corazón de Luzbel se moría de terror a cada latido.


De pronto una gran luz proveniente de ninguna parte inundó el lugar. Tan fuerte era que el fuego de las velas se apagó avergonzado ante su presencia. Una figura empezó a formarse entre la espesura blanca. Los contornos de unas alas inmensas se creaban a la vez que una túnica de impoluto blanco se dibujaba en el claro lienzo. Pronto el arcángel Miguel estaba descendiendo hacia la atormentada figura de Luzbel. Y así fue como habló:

-¡Tú, provocador de guerras! ¡Tú que te alzaste contra el Gran Señor en un alarde estúpido de egocentrismo! ¡Tú que gozabas de la protección del cielo y de nuestro señor Dios! ¡Tú que te creíste capaz de vencer al Creador! ¡Yo vengo a castigarte! –No movía los labios, la voz se proyectaba desde todas partes, ahogando la psique del ser que estaba frente a él. Torturando la mente del que se atrevió a retar a Dios- Ángel Luzbel, nombre que significa Luz Bella y que no te mereces llevar, yo, en representación de todos los ángeles que moran en el cielo y hablando con la mismísima voz del Todopoderoso, te destierro. Quedas relegado a las profundidades de la recién creada Tierra donde vivirás sin alas y sin posibilidad de retornar aquí de nuevo. Tu nombre será ahora Lucifer y maldigo a cualquier persona que se atreva a pronunciarlo. Las sombras serán tus dominios y serás consagrado a las artes más oscuras que habitan en el alma. –La luz blanca seguía envolviendo al arcángel lo que cegaba al antiguo Luzbel y le impedía ver al ser que lo estaba condenando. –Pero el Señor es compasivo con los que se desvían de su camino y por eso no te privará de tu don inmortal, seguirás disfrutando de la vida eterna. Además formarás parte de un plan Divino muy importante, tú eres el encargado de crear una raza nueva de ángeles que comienza con los que te siguieron en tu fracasada rebelión, que serán desterrados contigo. Gracias a ti la humanidad conocerá el Bien y el Mal, gracias a ti los hombres que Dios ha creado serán libres de decidir qué camino tomar. Él es consciente de que muchos te seguirán, pero así es como quiere que sea. Así que a pesar de todo te da las gracias Lucifer por haber conseguido que su plan se cumpla. Miles de nombres te acompañarán a lo largo de la historia y serás tan conocido y tan venerado como Él. ¡Ahora Lucifer, ángel traidor, es hora de que desaparezcas!.

La cortina de luz blanca se hizo tangible y avanzó amenazadora hacia el Demonio envolviéndolo por completo y produciéndole miles de cortes allí donde le tocaba.

Al cabo de unos segundos no quedó nada de él, había desaparecido y se encaminaba a cumplir con su misión.
El arcángel Miguel también se esfumó satisfecho, dejando la estancia vacía y con el recuerdo de algo grandioso entre sus piedras.

A Lucifer todo esto le parecía exquisitamente divertido. La pantomima creada en torno a su premeditado alzamiento.
 Él ya sabía el plan de Dios porque ambos lo habían hablado hacía milenios. Ambos sabían que los dos eran igual de poderosos y que por tanto no podrían coexistir en la misma realidad. Además la incipiente humanidad creada por el Todopoderoso debía de ser libre, tenía que tener la capacidad de elegir por si misma para así no convertirse en juguete de ninguna deidad y al mismo tiempo demostrar ante otros dioses el poder que el futuro Yahvé tenía al ser capaz de crear a unos seres con la suficiente fuerza en el alma para no doblegarse ante  nadie.
Todo había sido pulcramente tramado con la más perfecta exactitud. Ahora existían el Bien y el Mal y convivían en bélica armonía, por irónico que pueda parecer.
 Así es como debe ser y así es como seguirá durante miles de siglos para bien de los hombres.

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jueves, 14 de marzo de 2013

Se dice que los sueños no mueren, solo muere el soñador.

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Y me pregunto ¿Por qué nos encerramos en ideas ya especificadas? ¿Por qué no pensamos fuera de los límites que nos han impuesto? ¿Por qué no ampliamos nuestras fronteras? ¿Por qué no nos preguntamos si el cuerdo es realmente el loco? ¿Y si tú y yo vemos de diferente color el rojo? ¿Y si los ángeles no son los buenos y solo son artefactos mecánicos al servicio de alguien? ¿Y si el cielo está en el infierno? ¿Y si tomando las mismas decisiones llegamos a caminos opuestos? ¿Y si la vida nos permite escribir el destino de la forma que más nos guste pero ha olvidado decirnos cómo hacerlo?

¿Qué pasaría si el repartidor de pizza es en realidad un espía? ¿Y si la mujer que se sienta enfrente nuestra en el metro fue campeona mundial de judo? ¿Y si ese hombre que se cruza contigo en una calle cualquiera es el doblador de uno de los personajes de tu serie favorita? ¿Y si ahora mismo estás encima de una nave espacial enterrada a kilómetros de tierra por debajo de ti y es la única prueba de la presencia de estos seres en la Tierra? ¿Y si alguna vez haciendo camping dormiste sobre un antiguo cementerio indio? Quizás la vida sea más emocionante de lo que nos han hecho pensar.

Hay muchas preguntas que podríamos hacernos y también infinidad de formas de responderlas, quizás ninguna incorrecta o quizás todas ¿Tiene sentido preguntarse cosas que no podemos saber? No lo sé y no creo que lo sepa nunca, así que lo añadiré a la inmensa lista de cosas con las que convivir sin poder solucionar, total, por una más no creo que ocurra nada ¿Verdad?

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Hallelujah.

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Cuando el Sol sale de nuevo vuelves a recobrar toda la fuerza perdida. Cuando eres tu quien puede con el mundo se restablecen los pedazos rotos del alma.

Si alguna vez te perdiste en la profundidad de unos ojos sinceros es que todavía estás vivo. Si sientes fuego en tu interior y ardor en tus entrañas cuando ves amor quiere decir  que no todo está perdido.

¿Eras tú quién creía que todo había acabado? La vida es larga y el final llega siempre de la mano de la paz.

Cuando oigas el canto suave de una sirena y tu mente quede obnubilada por sensaciones extrañas, sensaciones que demuestran la vida corriendo dentro de ti, cuando eso pase sabrás que no todo ha acabado.

El aire que sentías decías que era sucio y llevaba el hedor de miles de cadáveres pero te has dado cuenta de que la pureza inunda todos tus sentidos.

Si entiendes estas palabras que parecen puestas al azar, si captas el secreto que encierran, si eres capaz de saber donde los demás no quieren mirar, entonces ten por seguro que eres una persona poco común, una persona única y especial.

Si necesitas que te digan que todo es posible que todo se logra que el mal es débil y que irradias la luz suficiente para desterrar sombras, si eso es necesario debes buscar tu propia estrella, porque necesitas su punto fijo en el firmamento.

Tú subirás allí con ella, estarás por encima de todos y mirarás desde arriba. Tus lágrimas nos bañaran a los que nos quedamos aquí abajo, pero no las que antes derramabas, lágrimas de tristeza e inseguridad, sino las de felicidad, las que te mereces derramar.

Tus ojos nunca se cerraron a la verdad y luchaste por ser diferente, la palabra “normal” no era de tus preferidas al igual que “fracaso”.

¡Canta! ¡Grita! Debes hacerlo porque ahora puedes, lo has conseguido y todos te envidian por eso. Tú eres el maestro de los alumnos que no quieren aprender.

Muerte y Guerra huyen al oír tu nombre y los demonios de la tierra no quieren encontrarse con tu mirada.

Si sueñas, si amas, si cantas, si clamas al cielo, si vives, si hay sangre recorriéndote por dentro, si buscas algo, si luchas, si eres tú y no otro, si decides, si fallas, si lloras, si mueres, si todo eso pasa debes estar contento porque si no lo hicieras ¿Quién serías?. 

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lunes, 11 de marzo de 2013

Lujuria artificial.

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-¡Chocho! ¿¡Quieres bajá ya que se nos va el tiempo!?
-¡Ya voy chiquilla que todavía estoy en bragas!
-¡Bueno bueno pos ná! Pero date prisita ya ¿eh?
-¡Que si Mari que si! Sera posible la pesá esta- Dijo Eugenia para sus adentros- ¿Pero cuánto se cree que tarda una en prepararse? Claro ella no mucho, porque en su número va como Dios la trajo al mundo. Si es que toa la vida me ha tenío envidia ¡Toa! Porque a ella no le dieron el papel protagonista. Lo que tiene que aguantar una artista pa lo poco que le pagan.
Eugenia era mujer recientemente y de su pasado como macho alfa había heredado una mandíbula ancha y unos rasgos rudos y varoniles. Aún así era una mujer atractiva, de ojos rasgados e intensamente marrones y de pelo desbordante color carbón. Era el deseo de todos los hombres que acudían al club atraídos por los lascivos espectáculos que allí se ofrecían. Ella era la estrella principal: en su número bailaba provocativamente con un grupo de marionetas a tamaño real que dotaban al espectáculo de una originalidad no ofrecida por otros clubs y de un humor picante ya que con los títeres se podían hacer muchas más cosas que con un hombre de carne y hueso, ninguna de ellas delimitadas dentro de un estilo de vida cristiano claro.

En ese mismo momento Eugenia se estaba aplicando el colorido maquillaje con el que saldría a actuar: sombra de ojos verde lagarto, rímel color azul que elevaba sus pestañas hasta alturas de vértigo, colorete en cantidades industriales de color rojo prostíbulo y pintalabios, aplicado casi con rodillo, fucsia oscuro. Todo esto encima de una base color terracota, o más apropiado: marrón tiesto de petunias.
Los tres muñecos con los que bailaría aquella noche descansaban sobre tres sillones tapizados en charol negro, agotados del número del día anterior. Los títeres eran asombrosamente realistas, iban vestidos con chaqués rojos adornados con un pañuelo que sobresalía del bolsillo delantero de la chaqueta. Parecía casi como si durmiesen: las cabezas ladeadas sobre un hombro y los ojos abiertos pero carentes en absoluto de expresión.
-Bueno, pues Euge ya has acabao el proceso de chapa y pintura. Ahora a ver si entras en el vestido ese tan bonito que te ha remendao la Petri.- Dejó el pincel, con el que se había aplicado el pintalabios, sobre la mesa y mirándose al espejo hizo una mueca seductora, algo que hubiera resultado incluso excitante si su rostro no se asemejase a un cuadro de cualquier pintor surrealista.
Se levantó de la silla y cogió un vestido largo súper ceñido de color morado con flores verdes en el escote y comenzó a ponérselo. La imagen era devastadora,  como si una ballena intentase envasarse al vacío comprimiendo su cuerpo hasta la asfixia.
Una vez dentro del vestido –nunca sabremos como consiguió meterse ahí- salió fuera del camerino y gritó: -¡Mari, Mari!¡ Ven a recogé los muñecos estos que ya me toca salí al escenario!.
La gran berenjena que parecía Eugenía bajó las escaleras que conducían a la parte trasera del decorado por donde andaban, de un lado para otro, un montón de bailarinas de cabaret con los pechos lujuriosamente al aire, hombres con sombreros de gángster que habían perdido los pantalones, mujeres-pavo con vestidos de plumas semejantes a las del pavo real y un montón de personajes variopintos más.
-¡Eugenia tu turno!- Gritó una voz desde un lado del escenario. Acto seguido el telón se abrió y sobre el tablado ya habían colocado tres sillas en las que se sentaban las marionetas, "Que eficiente es esta chica, que pena que sea tan envidiosa"  pensó Eugenia cuando las vio allí.


Eugenia bailó, hizo movimientos obscenos que parecieron encantar a todo el mundo, restregó todas y cada una de sus partes del cuerpo por las entrepiernas de los muñecos y finalmente se quedó en sujetador y tanga ante un público que prorrumpió en aplausos.
Cuando el telón se cerró de nuevo y ya se hubo cambiado a una ropa más cómoda, pero igualmente provocativa, salió a la barra del bar y pidió un Gin Tonic.
-Has estado estupenda hoy Euge- Le dijo la camarera que era la dueña del local- Aunque esos muñecos están empezando a estropearse, tendrás que conseguir otros.- Esta frase vino acompañada de un teatral guiño de ojos que Eugenia entendió a la perfección.
No pudo contestar porque un hombre venía hacia ella con una expresión que reconocía a la distancia y que definía como “babeante salido con ganas de echar un polvo”.
-Hola, me ha encantado tu número, vengo a verte todos los días, menos los domingos claro, porque no estás. – El hombre no solo parecía tonto sino que además lo era.
-¿A si?- Dijo Eugenia con fingido interés- ¿Y no te apetecería conocer el camerino, guapo?- La caída de ojos que hizo enloqueció al hombre.
-¡Si si claro, por supuesto si!
-Pues sígueme hombretón.
Y desapareció entre la multitud escoltada de cerca por el hombre que iba dejando un rastro de saliva en el suelo con el que alguien podría resbalar.

Entraron por una puerta en la que ponía “Solo personal autorizado”, subieron las escaleras metálicas y entraron en el camerino número cuatro.
-Bueno, pos ya estamos aquí, quítatelo tó, yo mientras voy a por algo de beber.
Fue hacia la neverita que estaba al fondo de la sala justo detrás del excitado hombre, pero lo que cogió no fue ningún refresco. Se acercó silenciosamente al individuo, que se estaba quitando ya los pantalones, y blandiendo un secador de última generación en la mano le asestó un golpe brutal en la nuca que hizo que se derrumbara contra el suelo con un ruido ensordecedor. Una vez allí, le golpeó con todas sus fuerzas, que eran muchas pues recordemos que Eugenia no había sido mujer toda su vida, hasta cerciorarse de que estaba muerto del todo.
-¡Joé cojona! Lo que cansa esto. Pos ná, ahora solo hay que embalsamarlo y ya tengo un muñeco más para el show de mañana. Lo que tiene que hacé una por amor al arte. Si yo siempre quise ser cantante folclórica de esas que llevan una bata de cola, pero bueno aquí al menos parece que a la gente no le importa mi pasao, es más, creo que incluso les pone más cachondos a tós.
Y dicho esto tiró el secador homicida a un lado y arrastró el cadáver hacia un rincón del camerino, luego cerró la puerta se sentó frente al espejo y comenzó a desmaquillarse.

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lunes, 4 de marzo de 2013

Y dime ¿A dónde van los protagonistas de los cuentos cuando se les olvida?

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La muñeca está rota, los botones de sus ojos parecen caerse de su rostro, deslizarse por él con los hilos rojos que la cosen simulando la sangre, sus comisuras se alzan hacia arriba en una sonrisa socarrona e incluso irónica, tétrica.

¿Y dónde está la muñeca?

El soldadito de plomo está apoyado en una de las esquinas, casi aplastado por un libro no muy gordo, pero lo suficiente para aprisionarle la única pierna que le queda. En su rostro y su mirada siempre parece reflejarse una tristeza o nostalgia por las sensaciones que le traen sus viejos recuerdos.

¿Y dónde está el soldadito?

Medio roto, rajado y partido, bocabajo en otro lugar de la caja un barquito con cáscara de nuez parece dormir y soñar con el golpeteo de las suaves olas contra su casco y el susurro del viento en sus velas de papel mientras trasporta su carga, unas gotitas de miel.

¿Y dónde está el barquito de cáscara de nuez?

La marioneta solo permanecía estática mirando el infinito, con la punta de su increíble y desproporcinadamente larga nariz rota. Los hilos de sus extremidades enredados entre sí quizás solo estaban reflejando sus tormentosos pensamientos.

¿Y dónde está la marioneta?

Ya apenas recordaban la última vez que le dieron la bienvenida a un nuevo miembro, que sonaron las voces y el eco de estas retumbando en las paredes, ahora solo el ruido de sus respiraciones ocupaba el ambiente. Desde la última vez que la caja fue abierta, la tierra se había ido filtrando lentamente como si de un reloj de arena se tratara contando el tiempo que llevaban allí y transformándose en la única unidad de medida.

Un extraño sonido empezó a llenar los oídos de los juguetes, parecía el zumbar de una abeja que poco a poco se incrementaba.

— ¡Arriba, arriba!— grita la marioneta— Nos van a sacar de aquí— la emoción se palpaba en su voz.

— ¡Cálmate niño! Nadie va a venir a buscarte, no eres necesario— en esta ocasión era la muñeca la que hablaba a través de su irregular boca— Todos hemos sido olvidados.

El osito de peluche se levantó y comenzó a llorar susurrando que quería que otras personas conocieran su historia, el cojo soldado no pudo menos que erguirse, dirigirle una fría mirada de reproche a la muñeca y caminar a la pata coja hasta el peluche en un vano intento por consolarle.

Un movimiento brusco hizo que todos cayeran al suelo o se golpearan con las paredes, parecía que el cofre en el que estaban se levantaba, flotaba y a los pocos segundos empezaban a entrar retazos de luz por donde antes solo entraba la arena.

— ¿Veis? Os lo dije— Reprochó la marioneta dando saltitos que lo único que provocaron fue liar más sus cuerdas, aunque no pareció importarle.

La tapa se abrió del todo y delante de ellos apareció el hombre que les había dejado allí tanto tiempo atrás, aunque en aquel entonces era mucho más joven, un adolescente que consideraba que su etapa para los cuentos de hadas ya había pasado y había decidido enterrar esos recuerdos en algún lugar de su mente. Pues ahí estaba otra vez, reparándolos con sus propias manos, utilizando su imaginación para dar forma de nuevo a las historias y eso fue todo lo que hizo, puso algo de él en ellos y se los transmitió a la persona que sabía que los iba a atesorar como él en un pasado lo hizo.

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domingo, 3 de marzo de 2013

Familia busca difunto.

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Es un día triste, a pesar de que no lo parezca.
 El señor Smith, el bueno del señor Smith, ha muerto. Nunca le hizo daño a nadie, pero aún así está muerto. Ayer resbaló en la ducha con tan mala fortuna de dar con la cabeza en la cerámica lo que provocó que su cuello se quebrase de una forma insólita causando la muerte en el acto. Bueno, al menos no sufrió demasiado.
Hoy es su funeral, se está celebrando en el jardín trasero de su casa. No hay mucha gente, solo familiares cercanos vestidos todos de negro y con la misma cara de tristeza, como si se hubieran prestado la expresión unos a otros. Hay camareros sirviendo sencillos entremeses y bebidas diversas, ninguna con alcohol claro. El féretro está situado justo en el centro del jardín, abierto para poder observar al difunto y rodeado con largos candelabros donde se consumen velas amarillas y coronas de flores que descansan a los pies del ataúd.
Lo más curioso no es que los asistentes al funeral, los pocos que hay, hagan caso omiso de los camareros o de lo que llevan en las bandejas, si no que todos están apelotonados en torno al señor Smith en completo silencio. Con las cabezas casi metidas dentro de la urna, como analizando el cuerpo para ver si detectan algún movimiento en el cadáver o se le ocurre decir alguna palabra que no haya podido pronunciar antes.
-Pero ¿Vosotros creéis que está muerto de verdad?- Pregunta, rompiendo el tenso silencio, la que fue suegra del difunto.
-¿Cómo no va a estar  muerto mamá? –La que habla es la viuda del pobre señor Smith, que deja escapar alguna que otra lágrima acompañada de ciertos sollozos. -¿No ves la cara de muerto que tiene?
-Hombre, si es por eso, muy muerto no parece.- El hermano de la viuda y ex­-cuñado del muerto es ahora el que se hace oír.- ¡Si tiene hasta rubor en las mejillas!
-Si, pero eso es el maquillaje que le han puesto los de la empresa esa de maquilla muertos. –Contesta su mujer, la del cuñado quede claro. –Tiene que estar muerto, porque sino ¿Qué hacemos aquí?
-¿Pero no oís como una leve respiración?- La suegra vuelve a hablar, dispuesta a destapar la mentira de su yerno. –No es muy fuerte, pero ahí está ese sonido.
Todos pegan la oreja al cadáver, y poco falta para que alguien se caiga dentro con él.
-Pues yo no oigo nada, yo creo que está muerto. Es que tiene que estarlo, porque sino este funeral no tiene sentido. Además era mi marido, ¿Quién mejor que yo para saber si está muerto o no?
-Pues yo que soy su madre.- Una nueva voz, que se había mantenido en silencio, se une al debate. –Y te digo que no está muerto. Mi hijo siempre fue muy de actuar y esas cosas y no sería la primera vez que hace algo así. 
De pronto, interrumpiendo la discusión, un señor aparece por la puerta trasera de la casa. Va ataviado con una camisa negra y un alzacuello, además porta una Biblia en la mano. Poco deja a la imaginación sobre su persona...
-Buenos días, sois la familia de Alfred Smith ¿Verdad? Cuanto lo siento, en serio…
-Un momento- Interrumpe la suegra cabezota- ¿La familia de quién ha dicho?
-Del señor Smith, Alfred Smith, este es su funeral ¿No?. Siento la tardanza, pero es que había un atasco tremendo y no…
-Es que aquí no conocemos a ningún Alfred Smith- La cara del hermano de la viuda, que es ahora el que habla, expresa tanto desconcierto como la situación le permite.
-Pero ese de ahí es el señor Smith- replica el cura señalando el féretro abierto- Lo sé porque era un feligrés nato y venia todos los domingos a misa, le conocía muy bien. ¿Ustedes quiénes son?
-Pues ahora que lo dice –La viuda ha dejado de llorar y sollozar y mira al frente con semblante pensativo- Yo creo que nunca me he casado…
-¡Anda claro!- Salta la madre y suegra.- Eso explica lo raro que se me hacía a mí tener yerno. Si ya decía yo…
-La verdad es que yo nunca he tenido un hijo. Solo una hija y tiene trece años….-Confiesa la supuesta madre del señor Alfred.
-Bueno, entonces nos vamos ¿No?- Dice el hermano de la presunta viuda. -¿Qué sentido tiene que estemos aquí si a este hombre no le conocemos de nada?
-Sí, sí. Pues tienes razón. Vámonos, porque aquí estamos perdiendo el tiempo.
Y puestos todos de acuerdo, y sin emitir ni una palabra más, salen del jardín trasero  de una casa que no es suya ni de su marido, ni de su hijo, ni de su yerno, ni de nadie al que conocieran, dejando al cura plantado en medio del jardín sin saber qué hacer ni para quién pronunciar el funeral.
-Yo no sé qué está ocurriendo últimamente. Ya es la tercera vez en esta semana que me pasa una cosa así. ¡Será posible! ¿Pero qué interés tienen ahora las familias porque se les muera algún miembro? Como si no tuviésemos suficientes desgracias ya. Y espérate, que todavía el muerto sale del ataúd y me da los buenos días, que no sería la primera vez que me pasa. No me pagan lo suficiente para soportar esto, y quién diga que la Fe de Dios lo recompensa todo que venga y me lo cuente.
Pobre señor Alfred, ahí tumbado en esa especie de caja de madera…¿Es posible que haya movido un dedo? Sí sí, casi imperceptiblemente…¿Pero este señor está muerto o qué? Bueno, dejémoslo estar, es un misterio que no nos compete a nosotros resolver…

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