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domingo, 3 de marzo de 2013

Familia busca difunto.


Es un día triste, a pesar de que no lo parezca.
 El señor Smith, el bueno del señor Smith, ha muerto. Nunca le hizo daño a nadie, pero aún así está muerto. Ayer resbaló en la ducha con tan mala fortuna de dar con la cabeza en la cerámica lo que provocó que su cuello se quebrase de una forma insólita causando la muerte en el acto. Bueno, al menos no sufrió demasiado.
Hoy es su funeral, se está celebrando en el jardín trasero de su casa. No hay mucha gente, solo familiares cercanos vestidos todos de negro y con la misma cara de tristeza, como si se hubieran prestado la expresión unos a otros. Hay camareros sirviendo sencillos entremeses y bebidas diversas, ninguna con alcohol claro. El féretro está situado justo en el centro del jardín, abierto para poder observar al difunto y rodeado con largos candelabros donde se consumen velas amarillas y coronas de flores que descansan a los pies del ataúd.
Lo más curioso no es que los asistentes al funeral, los pocos que hay, hagan caso omiso de los camareros o de lo que llevan en las bandejas, si no que todos están apelotonados en torno al señor Smith en completo silencio. Con las cabezas casi metidas dentro de la urna, como analizando el cuerpo para ver si detectan algún movimiento en el cadáver o se le ocurre decir alguna palabra que no haya podido pronunciar antes.
-Pero ¿Vosotros creéis que está muerto de verdad?- Pregunta, rompiendo el tenso silencio, la que fue suegra del difunto.
-¿Cómo no va a estar  muerto mamá? –La que habla es la viuda del pobre señor Smith, que deja escapar alguna que otra lágrima acompañada de ciertos sollozos. -¿No ves la cara de muerto que tiene?
-Hombre, si es por eso, muy muerto no parece.- El hermano de la viuda y ex­-cuñado del muerto es ahora el que se hace oír.- ¡Si tiene hasta rubor en las mejillas!
-Si, pero eso es el maquillaje que le han puesto los de la empresa esa de maquilla muertos. –Contesta su mujer, la del cuñado quede claro. –Tiene que estar muerto, porque sino ¿Qué hacemos aquí?
-¿Pero no oís como una leve respiración?- La suegra vuelve a hablar, dispuesta a destapar la mentira de su yerno. –No es muy fuerte, pero ahí está ese sonido.
Todos pegan la oreja al cadáver, y poco falta para que alguien se caiga dentro con él.
-Pues yo no oigo nada, yo creo que está muerto. Es que tiene que estarlo, porque sino este funeral no tiene sentido. Además era mi marido, ¿Quién mejor que yo para saber si está muerto o no?
-Pues yo que soy su madre.- Una nueva voz, que se había mantenido en silencio, se une al debate. –Y te digo que no está muerto. Mi hijo siempre fue muy de actuar y esas cosas y no sería la primera vez que hace algo así. 
De pronto, interrumpiendo la discusión, un señor aparece por la puerta trasera de la casa. Va ataviado con una camisa negra y un alzacuello, además porta una Biblia en la mano. Poco deja a la imaginación sobre su persona...
-Buenos días, sois la familia de Alfred Smith ¿Verdad? Cuanto lo siento, en serio…
-Un momento- Interrumpe la suegra cabezota- ¿La familia de quién ha dicho?
-Del señor Smith, Alfred Smith, este es su funeral ¿No?. Siento la tardanza, pero es que había un atasco tremendo y no…
-Es que aquí no conocemos a ningún Alfred Smith- La cara del hermano de la viuda, que es ahora el que habla, expresa tanto desconcierto como la situación le permite.
-Pero ese de ahí es el señor Smith- replica el cura señalando el féretro abierto- Lo sé porque era un feligrés nato y venia todos los domingos a misa, le conocía muy bien. ¿Ustedes quiénes son?
-Pues ahora que lo dice –La viuda ha dejado de llorar y sollozar y mira al frente con semblante pensativo- Yo creo que nunca me he casado…
-¡Anda claro!- Salta la madre y suegra.- Eso explica lo raro que se me hacía a mí tener yerno. Si ya decía yo…
-La verdad es que yo nunca he tenido un hijo. Solo una hija y tiene trece años….-Confiesa la supuesta madre del señor Alfred.
-Bueno, entonces nos vamos ¿No?- Dice el hermano de la presunta viuda. -¿Qué sentido tiene que estemos aquí si a este hombre no le conocemos de nada?
-Sí, sí. Pues tienes razón. Vámonos, porque aquí estamos perdiendo el tiempo.
Y puestos todos de acuerdo, y sin emitir ni una palabra más, salen del jardín trasero  de una casa que no es suya ni de su marido, ni de su hijo, ni de su yerno, ni de nadie al que conocieran, dejando al cura plantado en medio del jardín sin saber qué hacer ni para quién pronunciar el funeral.
-Yo no sé qué está ocurriendo últimamente. Ya es la tercera vez en esta semana que me pasa una cosa así. ¡Será posible! ¿Pero qué interés tienen ahora las familias porque se les muera algún miembro? Como si no tuviésemos suficientes desgracias ya. Y espérate, que todavía el muerto sale del ataúd y me da los buenos días, que no sería la primera vez que me pasa. No me pagan lo suficiente para soportar esto, y quién diga que la Fe de Dios lo recompensa todo que venga y me lo cuente.
Pobre señor Alfred, ahí tumbado en esa especie de caja de madera…¿Es posible que haya movido un dedo? Sí sí, casi imperceptiblemente…¿Pero este señor está muerto o qué? Bueno, dejémoslo estar, es un misterio que no nos compete a nosotros resolver…

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